Recordatorio de los hijos del Tío Jaime el día de su funeral, escrito y leído por Alberto
Posted on | gener 3, 2019 | No Comments
Antes que nada, en nombre de todas las hermanas y hermanos, muchas gracias por vuestra asistencia. Para nosotros es una gran ayuda y un gran orgullo poder contar hoy con vuestra compañía. (destacar Daisy)
En nombre de los 5 hermanos os leeré unas palabras escritas como tributo a nuestro padre en el día en el que celebramos su funeral. Más adelante insistiremos en el significado que para nosotras y nosotros tiene esta ceremonia.
Ahora toca hablar de él, de nuestro padre, nuestro abuelo, nuestro tío, nuestro amigo. Y para hacerlo destacaremos algunos de los aspectos fundamentales de su carácter y de su esencia personal.
El primero tiene relación con el orden, la previsión, la precisión y el método. Nuestro padre (nuestro abuelo, nuestro tío, nuestro amigo) intentaba no dejar nada al azar. Era ordenado, organizado, previsor y, sobre todo, trabajador. No es extraño que su vida profesional girase, en buena parte, alrededor del cálculo y de las matemáticas. Tampoco lo es que dos de sus objetos preferidos fueran los relojes, el orden, y las plumas con las que escribía el producto de su trabajo, los escritos, que lo acompañaron, y no es retórica, hasta el final de sus días.
Pero, como en las matriushkas, esto es sólo el primer nivel, lo instrumental. Nuestro padre (…) siempre trabajó, y no estamos hablando sólo de su profesión, para construirse, para transformarse, para adaptarse. De joven decidió que su vida no seguiría el guion con el que parecía que lo habían concebido y no ahorró esfuerzos a la hora de reinventarse y de evolucionar. De camarero a universitario, de universitario a actuario, de actuario a profesor, de profesor a asesor, consejero, mentor. La vida de nuestro padre (…) fue evolución, cambio, adaptación e innovación. Qué paradoja en alguien con tanto apego por la previsión, el orden y el control! Parece como si lo único realmente estable de su vida haya sido la transformación… y el desprecio más absoluto hacia las limitaciones y hacia lo establecido. Persona de orden y formalidad, nunca tuvo miedo de romper límites. A mediados de los 70 y de la mano de la tecnología tomó un atajo al futuro y revolucionó el cálculo financiero, posteriormente desmontó dogmas y lo hizo, precisamente, en escuelas de negocios que vivían de promulgarlos. Y, de repente, se encontró hablando de capital intelectual, de la reflexión como instrumento de la dirección y de los Mundos del directivo a miles y miles de alumnos que, sin excepción, abarrotaron sus cursos y seminarios. Este proceso de construcción, de re-invención también lo aplicó a sus esfera personal, sorprendiéndonos a todos con su prodigiosa adaptación a los cambios más drásticos de su vida: la jubilación, la viudedad, las limitaciones de la vejez…
Y este proceso de cambio siempre lo llevó a cabo alrededor de otro de sus ejes básicos. La familia. Reverenció, a sus padres y abuelos, Amó a su hermano, a su esposa, a sus hijos y nietos, y a tantas personas más que, a veces sin serlo por la genealogía, consideró como sus hijas e hijos. Sabéis que es así, verdad?
Y más allá de la familia, le movió el compromiso con la lealtad y la justicia. Con la ética en definitiva. Nuestro padre (…) no tuvo un carácter fácil. Fue una persona compleja con una personalidad muy marcada por la exigencia y por un sistema de creencias que, aunque fue modificando con los años, le condicionó en muchas de sus actuaciones. Todos los que hemos estado cerca suyo sabemos que no era sencillo relacionarse con él. Sin embargo, estoy seguro de que nadie duda que siempre le animó el deseo de ser justo, de hacer el bien. Como todas las personas, nuestro padre cometió errores. Como las personas buenas, estos errores no se debieron a la mala intención. Erró, pero por encima de todo, amó. Siempre intentó hacer el bien, estar cerca de los suyos y ayudar a quienes le rodeaban. Y muchas veces lo consiguió. Si queréis una buena prueba de esto no tenéis más que pensar en la admiración, el respeto y el cariño que, sin excepción, le han tenido todas sus nietas y nietos. El abuelo era alguien muy especial, alguien al que se acudía en busca de consejo, alguien que nunca te iba a fallar. “És així, oi?”
Al inicio de este texto, os hemos comentado que más adelante reflexionaríamos sobre el sentido de la ceremonia de hoy. Vamos a hacerlo ahora.
Un funeral es una despedida. Es una ceremonia mediante la cual, los que nos quedamos oficializamos la separación con los que se van. Y como tal es un acto lleno de tristeza. No hay remedio. Debe ser así.
Ahora toca estar tristes, pero cuando la tristeza, como la niebla, se vaya disipando, no podremos dejar de ver que nuestro padre (…) fue una persona con una vida larga y llena, que vivió como quiso vivir, que consiguió los objetivos que se había planteado, que se ganó el respeto y el cariño de las personas que lo hemos rodeado (ya he hablado antes de la admiración que le profesan sus nietas y nietos), que formó una familia que siempre se mantuvo a su lado y le acompañó durante la vejez. Aquí me tengo que saltar el guión. Todos hemos estado cerca de nuestro padre estos últimos años, pero sus dos hijas, La Viro y la Titi, Carmen y Cristina, lo han hecho con un amor, una generosidad y una entrega que soy incapaz de pasar por alto.
Sinceramente, no creéis que una vida así debe ser recordada con alegría? Ahora su pérdida tan reciente nos llena los ojos de lágrimas. Ojalá superemos este estado bien pronto y consigamos dibujar, al recordarlo, una sonrisa en nuestras caras. Su vida lo merece y él, nuestro padre (…) lo hubiera querido así. Esta ceremonia no es sólo un acto de despedida. Es, sobre todo, un homenaje, un acto de reconocimiento y de agradecimiento. Un acto de vida, porqué estamos seguros que todos los aquí presentes llevaremos, de por vida, un trocito de nuestro padre (…) en nuestro interior.
A punto de acabar, nuestras últimas palabras son para alguien muy especial; para nuestra madre (…). No se puede concebir la vida de nuestro padre (ni la nuestra) sin ella. Sin su compañía, su apoyo, su cariño, su criterio y su fortaleza, nuestro padre no hubiera podido ser quien fue. Él siempre lo supo y siempre lo reconoció. Nosotros debíamos destacarlo en un día como el de hoy.
Dejadnos que os expliquemos una anécdota para cerrar este recordatorio. Los últimos dos o tres días antes de su fallecimiento, nuestro padre sufrió pequeñas alteraciones en su calidad de vida. Le costaba respirar, se encontraba muy cansado… El día en que falleció, Daisy le preguntó cómo se encontraba y el le explicó, literalmente, que había estado con su esposa, con Carmen, hasta hacía 5 minutos y que ahora se encontraba muy bien, tranquilo y con energía. Poco después nos abandonaba. Ella le vino a buscar. Ojalá vuelvan a estar juntos, esta vez para siempre.
Muchas gracias por estar aquí y un abrazo a todas y a todos desde lo más profundo de nuestro corazón.
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