Historia de la Iaia Encarnita
Posted on | gener 2, 2016 | No Comments
Historia de la Iaia Encarnación
Encarnación Salvador Gallén nació en Barcelona el 26 de Octubre de 1.893, hija de Manuel y Joaquina, ambos naturales de Argelita y falleció en Barcelona el 9 de Enero de 1988, a la edad de 94 años.
Infancia
Encarnación nació en una familia muy modesta, el matrimonio no se avenía mucho, por lo que Manuel pasaba largas temporadas sólo en Argelita con sus perros (hay el dicho en Argelita de que “pasas más hambre que los perros del Tío Palafox” (ese era el apodo de la familia)). Manuel era anticlerical y en las procesiones de Argelita se dedicaba a increpar a los curas desde los tejados. Trabajaba en el gas, y vivían en la calle Gasómetro en la zona que hoy corresponde a la expansión olímpica del 92, dónde se ubicaban las ya inexistentes calles, Pirineos, Gasómetro y Ciervo, junto a un cuartel militar, a la derecha de la desembocadura del colector del Bogatell.
Manuel y Joaquina tuvieron seis hijos, por orden de mayor a menor edad; Joaquina, Antonio, Manuel, Encarnación, María y Regina.
Manuel murió soltero pues en la Avda. Icaria le pasó por encima el bocoy que llevaba en su carro tirado por caballos.
Me han contado muy pocos recuerdos de la infancia de mi abuela (y aún menos de su adolescencia) pero sí que recuerdo con claridad que su madre, Joaquina decía que las mujeres no tenían que saber leer ni escribir, sino cocinar, planchar y cuidar de la casa. Encarnación aprendió a leer sola, escondiéndose detrás de las puertas para que su madre no la pillara, pues entonces la corría a escobazos. Encarnación no sabía escribir, sólo reproducía su nombre para firmar, pero fue una ávida lectora, yo la recuerdo siempre con un libro en la mano y leyendo a diario el Noticiero Universal.
Se llevaba muy bien con sus hermanos (y con todo el mundo) pero en especial con Antonio y Regina.
Encarnación no era una chica guapa, más bien “feíca”, pero con un equilibrio personal que hacía que todo el mundo se encontrara a gusto en su compañía.
Se ve que tuvo un novio que era de casa rica pero la futura suegra no permitió la boda. Como decía, no recuerdo más cosas relativas a su adolescencia.
Boda
Encarnación se casó con un chico de Valladolid, Teodoro Flores Calvo, que hacía la mili en el cuartel cerca de la casa de Encarnación y fue feliz, pues Teodoro era un trozo de pan, bueno, casi, pues una vez se ve que tras mucho insistir (pues siempre iba al bar, costumbre arraigada en la época), un domingo Teodoro fue a pasear con ella y el primogénito y el paseo fue agotador, ya que Encarnación llevaba al niño en brazos y caminaron tanto que no le quedaron ganas de volver a salir. Al cabo de los años, Teodoro fallecido, cayó en la cuenta de que éste lo hizo a propósito.
Comentaba que se casó con sólo la cama y colchón, sin más muebles, y que el viaje de novios fue una vuelta por Barcelona en el tranvía de circunvalación nº 29.
Tuvieron cuatro hijos, el mayor fallecido a los 18 meses, que creo se llamaba Teodoro, y en orden de edad, Pepito, Eugenia y Anita.
El niño Teodoro falleció debido a la precariedad de la época, pues Encarnación trabajaba de tejedora en una empresa de Pueblo Nuevo llamada vulgarmente “Can Rosegadones” y su jornada empezaba muy temprano, de forma que dejaba al niño al cuidado de una pareja de ancianos que cogieron la tuberculosis y de ahí el fallecimiento del bebé de 18 meses.
Encarnación nunca se quejaba, ni repetía las desgracias, estas historias las explicó muy pocas veces, las sé más por los familiares que por ella. Era muy sufrida y aceptaba las cosas como venían sin quejas, pues en su interior no se sentía desgraciada sino que era lo que tenía que ser.
Esto enlaza con su acendrada religiosidad, ella era espiritista (de ahí la lectura de tantos libros) y creía en la reencarnación y nos decía muy (pocas veces) que la persona se reencarnaba hasta exculpar sus penas y que a este mundo hemos venido a sufrir y cuando ya estemos limpios gozaremos de la presencia de Dios.
No creía en los curas pero nos decía que fuéramos a misa, que no aprenderíamos nada malo. (Dejaba traslucir poco su religiosidad, pues en casa, como era común en la época íbamos a misa los domingos y mi abuela paterna era casi beata).
Bueno, estábamos empezando el relato del matrimonio y me he desviado un poco. Teodoro trabajaba en Can Girona de carpintero, era una persona muy ocurrente, murió joven a los cincuenta y dos años, un 18 de Agosto de 1945 o 1946 aproximadamente. Fue muy querido por sus hijos que lo adoraban y mi padre que lo conoció siendo novio de mi madre tenía muy buena opinión de él, como hombre que hacía feliz a la familia. Cuando invitaba a alguno de sus amigos a vino y Encarnación lo veía, contaba los vasos que el invitaba y ponía los mismos de agua dentro de la bota.
Supongo que por motivos de salud se retiró pronto de Can Girona y abrió un colmado en la calle Pirineos 12, en el bajo en que vivía. Resulta que antes de la guerra había muchas huelgas y las tiendas tenían que fiar para vender y se produjo algún caso de gente que no regularizaba su deuda, y él se enfadaba bastante y les llamaba la atención. Cuando el caso ya la sulfuraba, Encarnación, sin él saberlo, le daba dinero al deudor para que pagara a Teodoro, entonces él le decía “ves Encarnación cómo hay que ser más duro”. Ésta historia cómo casi todas no nos las explicó ella sino mi madre, tíos y familia cercana.
Mi abuela nunca tuvo una posición económica desahogada, pero siempre hizo obras de caridad, como me explicaba Quima. Ejemplo de ello, había una familia muy pobre en la calle Pirineos que no podía hacer reyes a sus hijos, entonces cada año, ella se iba a los encantes y compraba muñecas y juguetes en buen estado, los repasaba y los dejaba en el umbral del piso de los niños pobres para que vieran que los reyes les dejaban regalos.
Son conocidas sus visitas a hospitales y cárceles dando compañía y apoyo.
También se ha hecho patente que su hijo Pepito de 12 años, el día que estrenaba un abrigo, caminando por la Avda. Bogatell vieron a un niño acurrucado de frío y ella le hizo regalar el abrigo al niño y ante sus quejas, le dijo que él ya tenía otro en casa (el viejo).
Otra anécdota poco comentada es que un día limpiando los cristales de su casa (el piso en que vivían tenía techos muy altos), se cayó de la escalera y fue a dar con el costado contra el cubo de aluminio, de ahí que decían que sólo le funcionaba un riñón, pero ni lo nombraba ni se quejaba nunca.
La guerra la pasó muy mal en Barcelona, recogía las hojas de col y de lechuga que pudiera hallar por la calle, las hervía y se las comían.
Viudedad
Hemos citado su temprana viudedad, en la que destacaríamos que su hijo Pepito le hizo una gran compañía y en muchos casos tomó responsabilidades de cabeza de familia. Así por ejemplo para facilitar la boda de su hermana, se casó después de Eugenia, también durante la guerra iba en bicicleta al Maresme a buscar víveres a pesar de que su padre aún vivía pero no tenía salud. Pronto se puso a trabajar como músico ya que estudió con mucho ahínco la trompeta (a pesar de no haber ninguna tradición familiar al respecto).
Encarnación le estuvo siempre agradecida, tanto es así que cuando Pepito se casó y dado que no tenía una fácil relación con su nuera Rosita, le reconoció su ayuda dejándole el bajo de Pueblo Nuevo y yéndose a vivir con su hija Eugenia, a pesar de saber muy bien que no congeniaba con ella aunque sí con su yerno Pascual.
Mi abuela Encarnación me crió más que mi madre y le estoy muy agradecido. No era mimosa pero sí atentísima. Así por ejemplo, yo me hice pipí en la cama hasta los 15 años, pues bien ella se levantaba 3 o 4 veces cada noche para hacerme hacer pipí o cambiarme las sábanas si ya lo había hecho.
Durante los muchos años que vivió en casa colaboraba con el bar del mercado central, pues cada día iba al borne para reponer las necesidades del bar y traer la compra a casa, además de cocinar. Cuando su hija Anita vino a Barcelona también dedicó muchas horas a su ayuda.
Encarnación en su papel de abuela
Como abuela era insuperable, realmente abnegada, en vacaciones cogía la mayor parte de nietos y se cuidaba de ellos en Begas, Llavaneras o en Argelita, dependiendo de la planificación de los veranos que habían hecho mis padres.
Recuerdo años con Ana Mari (Begas), con Miquel y Josep (Llavaneras y Argelita), Ana Mari i Jesús (Argelita) y siempre mi hermana y yo.
O sea que se juntaba con 3 o 4 nietos. Tenía una forma de gobernarnos por autoridad, ni un grito, ni salidas de tono. Era tan correcta que nos tenía a su disposición sin condiciones.
Siempre se ha dicho que era algo machista, pues valoraba más a los hombres que a las mujeres, así su hijo Pepito era su ojo derecho, y dicen que Jesusito y yo también, aunque sin dejar de querer muchísimo a sus hijas y nietas. Como detalles, por ejemplo, los mejores trozos de carne para los nietos, (que han de crecer).
Políticamente era de Esquerra Republicana, en la transición iba a todos los mítines que podía, y muchos se hacían en la plaza de toros monumental que estaba frente a casa.
Oración
La iaia rezaba cada día y nos inclinaba a rezar por la noche antes de acostarnos.
La oración de la noche era aproximadamente: Ángel de la guarda, dulce compañía no me dejes sólo ni de noche ni de día. Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, la Virgen María y el Espíritu Santo.
Una semana Santa tuvo a bien recitarme sus horaciones diarias, y las tengo en vídeo recitándolas ella, aquí sigue un registro de las mismas;
ORACIONES DICTADAS POR LA ABUELA ENCARNACIÓN EL 21 04 1984
ORACIÓN PRIMERA
Señor os doy gracias por el descanso de la noche,
A Vos me entrego en éste nuevo día,
Dame tu luz, dame tu guía,
Dame tu protección,
Dame tu Santa Bendición,
Si soy digna y merecedora de ella,
Y si éste fuera el último, que el Señor tenga piedad de mí,
Y vosotros me guieis por el camino de mi purificación espiritual,
Dame Señor para todos los míos,
Vuestra luz, vuestra guía, vuestra Santa Protección.
ORACIÓN SEGUNDA
Danos Señor en este hogar, luz, amor, paz y caridad,
Que la paz del Señor sea en él y en todos los hogares de la humanidad,
Y sobre aquellos que sufren en las cárceles, hospitales y otros puntos de dolor,
Que abrazados a la cruz de Jesús, encuentran más llevaderas sus penas,
Padre nuestro protégenos y guíanos del mal
Costumbres y anécdotas
La iaia era una persona seria que transmitía felicidad y serenidad.
En un viaje de semana santa al parar en un bar en un descanso de un largo viaje:
- Mi padre: Tía que quiere,
- Iaia: Media Coca-Cola
Un día en Ondárroa, viene un vecino y le comenta a la Tía Anita que “un tiburón ha chocado con un camión”
Iaia: ¿Y qué hacía un tiburón en la carretera”
Con poca frecuencia (una vez cada dos, tres años, por decir algo), llegaba a casa muy tarde, por ejemplo a las 10 de la noche. Todos asustados, incluso alguna vez mi padre había llamado a la policía para preguntar si tenían alguna noticia, etc. Cuando llegaba, mi padre, mi madre asustados, pero que te ha pasado? Ella por toda respuesta, sonreía por debajo de la nariz, no decía nada y todos pensamos que venía de hacer alguna obra de caridad y que se le había complicado el transporte de vuelta.
Había pasado muchas necesidades y no podía soportar que se tirara comida, que en último caso las sobras se las comía ella. Por ello cuando íbamos al restaurante, principalmente yo, procuraba que pidiera platos abundantes que le costara acabárselos, y cuando ya no podía más, le decía, hombre iaia que ya está pagado y la mujer hacia todos los esfuerzos por acabárselo.
Cada tarde recibíamos el periódico “El Noticiero Universal” (era vespertino). Ella por no desmontarlo no lo leía hasta que mi padre por la noche lo hubiera leído, por tanto lo leía al día siguiente. La sección que más le gustaba era los sucesos. Se me ocurrió una broma, pegar las páginas que contenían los sucesos y ver su reacción. Pues bien, se pone a pasar páginas para leerlos y no los encuentra, vuelve a pasar páginas desde las últimas a las primeras y sigue sin encontrarlas, repite otra vez (yo la contemplaba sin que me viera y me tronchaba) y finalmente dice “este periódico no trae sucesos”. Entonces le despegué las páginas y se quedó pasmada.
Cuando yo tenía unos 4 años, sin conocimiento de mis padres me llevó a un ambulatorio para que me quitaran las amígdalas y las vegetaciones. Lo hizo así para quitarles trabajo a mis padres que en aquella época madrugaban mucho. La bronca que recibió fue importante.
En los últimos años de su vida se rompió los dos fémures y los dos húmeros. Como pesaba muy poco en 15 días después de la operación, ya salía con muletas a la calle.
Se valió hasta casi los últimos meses de vida, incluso entonces tenía necesidad de salir de casa, pues convivir con mi madre era difícil y además a ella le encantaba salir y amaba a Barcelona. Cuando salía se plantaba en la parada del autobús (no sabemos a dónde iba) y cuando llegaba el autobús se las arreglaba para que alguien la subiera (pues iba con muletas). Esto sucedía a escondidas de mis padres, es decir, se escapaba de casa.
Un disgusto que tuvo fue una vez que su yerno José Xiqués quiso obsequiarnos a todos con un chuletón de a kilo para cada uno, estos chuletones eran un manjar, y ella no quiso un trozo tan grande pues no tenía mucho apetito. Estábamos comiendo en la terraza del piso de Ondárroa de la tía Anita y mi tío después de mucho insistirle cogió el chuletón y lo tiró terraza abajo. Le dio un disgusto muy grande pues eso de “tirar comida era pecado.”
Mi madre tuvo un pretendiente jorobado, al que ella que era muy pretenciosa no le hacía ni caso, pues bien mi abuela le decía, Eugenia cásate con él harás una buena obra.
Era atrevida, a falta de 1 o dos años de vida, iba con muletas y enfrente de mi casa de Argelita había un terraplén de un metro y medio de desnivel, con un piso de tierra muy desigual. Pues no se le ocurre otra cosa que intentar bajarlo. Yo estaba desayunando y a través de la ventana la vi y adiviné su pensamiento, salí corriendo y aún pude llegar a cogerla antes de que cayera. Le di una pequeña zurra, y aún se ríe.
Era muy aficionada a recoger lizones en el campo, pues a mi padre y a mí nos encanta la ensalada de esta planta. Pasaba horas recogiendo y limpiando los lizones
Nunca pedía nada para ella, si necesitaba algo permanecía en compañía de mi esposa Pili, hasta que ésta extrañada trataba de adivinar lo que quería, por ejemplo; cortarle las uñas, depilarle el bigote, ducharla, hacerle la manicura de los pies, etc. Pero ella no lo pedía, tenías que adivinar
Una vez los niños cogieron piojos, y al cabo de pocos días ella le dijo a Pili, vols dir que a “mi no m’aniria be una mica de aquest champu”.
Cuando venía a casa aún no te descuidabas, ya estaba planchando a pesar de ir con muletas y tener un equilibrio inestable.
Tras enviar estas notas, Marta Xiqués ha proporcionado nuevos recuerdos, los adjuntamos:
Hola primo,
Yo tengo muchísimos recuerdos de la iaia.
………incluso cuando murió en mi cama…… (por cierto 3 veces) y yo le pregunté a mi madre donde iba a dormir yo esa noche…
“on vols dormir? al teu llit, però mama…s’acaba de morir la iaia….. doncs orgullosa has d’estar de poguer dormir al mateix llit….”. Así que se murió delante de mi madre, que llamó a tu madre, y aún se murió dos veces más.
Cuando la ventana de mi cuarto, que no tenía corriente de aire y le daba el sol en la carita……fue cerrándose hasta pasar la carita a la sombra, tu madre y yo nos miramos y dijimos ahora sí que se ha muerto.
Se fue al otro mundo riéndose de todo y de todos…..mi hermana y mi madre le pusieron la dentadura postiza cuando ya estaba fría…..y no se la pudieron sacar, así que le quedó la cara sonriente…de lo que en mi familia nos hemos reído mucho.
Cuando comentas que iba con muletas, je, je, je…se iba de casa…y la tía Anita le decía, espera que te llevamos en coche. Bajábamos con ella y se nos escapaba siempre (mientras mi padre sacaba el coche del garaje). Hacíamos su recorrido y siempre, siempre, veíamos el ascensor de Gran Vía subiendo con ella.
De mi abuelo Teodoro, sólo decir que no dejaba que mi madre fuera a la escuela porque le decía que allí no aprendería nada. Así que iban siempre al cine los dos solos. Mi madre se sacó el graduado a los años.
Tu tía Anita quería que escribiera un libro sobre su infancia y su familia……y al final no lo hicimos. Cuanto mayor te haces más recuerdos de la infancia tienes…..
Tengo muchas fotos…..ya te las pasaré.
Ahora que Marta nos ha hablado de los últimos días de la iaia, recuerdo que cuando le quedarían dos o tres días de vida, sentada junto a las ventanas de la calle Diputación (casa de la Tía Anita), y ya con facultades disminuidas, picaba el cristal con los nudillos de una mano y decía “Reginica (su hermana pequeña) espérame que ya voy” en un tono de gran felicidad.
Nota; La iaia está enterrada en el cementerio de Pueblo Nuevo, nicho 3523, en la cabecera está la foto del nicho.
Comments
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.